15 de junio de 2011

¿Qué te imaginás?

 
Me detuve detrás de la puerta. En silencio. Ellos hablaban en secreto. La puerta estaba apenas entornada. Una luz naranja se asomaba por esa pequeña hendija. Los dos lloraban pero ella parecía soltar una carcajada de vez en cuando. ¿Por qué? El tono de sus voces era apenas perceptible. ¿Sería por algo que había hecho yo esa tarde? ¿O era algo de lo que no debía saber, por lo menos no por ahora?
Tenía frío. Lo raro era que no era invierno. Me gustaba tener los pies libres, sin medias, ni pantuflas. Correr por la alfombra del pasillo de un lado hacia el otro. En casa no hacía frío. Pero ese día fue como pisar la nieve seca después de dos o tres días.
Sonó el teléfono y ellos dejaron de hablar. Él salió de la habitación corriendo y yo no me puede mover. Pies como rocas. Pero él no me vio, ni siquiera miró hacia donde yo estaba. El teléfono estaba en el living comedor. Al final del pasillo. La llamada duró poco, enseguida regresó con una barra de chocolate. Entró en la habitación naranja sin mirarme y la abrazó.

4 comentarios:

nicolas dijo...

espiando a mi compañera de cuarto,intente escuchar si estaba todo bien? pero parecia que si aunque a veces se escuchaban llantos ..pero creo que eran de alegria,asi que me tranquilize y me fui a mi cuarto.....segui en la mia,me puse los auriculares y escuche musica(beatles en esos dias me ayuda mucho a olvidarlaaa).

claudia dijo...

menos mal por un momento pensé que lo habían descubierto, mi pequeño tesoro, mi diario olvidado sobre aquél sillón, pero todo estaba en calma, y mis más profundos secretos también por lo menos eso es lo que creí, aunque a juzgar por la discusión que se escuchó luego, ahora tengo mis dudas....

Anónimo dijo...

no me vieron porque me había muerto... pero no recién.. hacía unos años... llantos al recordarme... risas por las cosas buenas...
aunque claro yo no me acordaba que ya no vivía...

Daniela dijo...

De golpe, me invadieron unos celos incontrolables, parte de mí se moría al verlos juntos. Sentía la cabeza como una enorme piedra que no me dejaba pensar ni ver nada claro.
Pero, ¿qué podía hacer yo?
No sé cuánto tiempo pasó hasta que salí de detrás de la puerta. Ellos se habían ido hacía poco.
Igual, ya no me importaba...