Tenía frío. Lo raro era que no era invierno. Me gustaba tener los pies libres, sin medias, ni pantuflas. Correr por la alfombra del pasillo de un lado hacia el otro. En casa no hacía frío. Pero ese día fue como pisar la nieve seca después de dos o tres días.
Sonó el teléfono y ellos dejaron de hablar. Él salió de la habitación corriendo y yo no me puede mover. Pies como rocas. Pero él no me vio, ni siquiera miró hacia donde yo estaba. El teléfono estaba en el living comedor. Al final del pasillo. La llamada duró poco, enseguida regresó con una barra de chocolate. Entró en la habitación naranja sin mirarme y la abrazó.