1 de febrero de 2010

Montmartre y las propuestas




Cuando bajamos al pie de la colina de Montmartre nos ponemos de acuerdo para reencontrarnos con la guía luego de la visita de tiempo libre. Previamente pasamos, siempre arriba del bus, por el Moulin Rouge. Ni tiempo tuve para sacar aunque sea la foto de rutina. Algunos compañeros del grupo contrataron la cena en el Molino. Por 105 monedas yo no lo hice.
La zona roja no es muy bella para andar de noche sola. Así que intento no perderme. De todas maneras subimos todos en grupo por la explanada. La guía nos cuenta que una abuela subió de lo más pancha. Dice que es más rápido así, ya que las filas en el funicular son demasiado largas. Una vez arriba nos aconsejan mirar y resguardar nuestras pertenencias, ya que hay muchos carteristas de los más ¨oportunos.¨ Hacemos una pequeña recorrida con el grupo y después cada uno sigue por su cuenta. Nos recomienda comer crepes. Yo estoy con los brasileros otra vez. En Versailles los había perdido y luego no llegaron al bus a tiempo por lo que tuvieron que volver en Metro. Ellos me cuidan y me invitan a comer en un restó pero yo no quiero sentarme a comer cuando es momento de conocer. Entonces les digo ¨hasta luego¨ y me voy al Sacré Coeur. Me encanta. Camino por las callecitas y en una esquina me detengo a escribir un mensaje de texto a Buenos Aires. Mientras que lo escribo escucho que un hombre me dice: C´est fantastique. Levanto la cabeza y ahí lo tengo. Intento conversar pero yo no sé francés y él no habla ni español, ni inglés. Creo que me pregunta si soy italiana pero yo le entiendo si hablo italiano. Y le digo que si. Pero creo que él tampoco sabe hablarlo. Me pregunta si estoy casada. Y le digo que no. Y ahí no más suelta su propuesta: se quiere casar conmigo en ese momento. ¡¡Ja!! Me halaga pero no puedo casarme ahora. Así que nos despedimos. En el ¨ Sagrado Corazón¨ hay un clima muy lindo. Música en las escaleras. Un hombre toca la guitarra con un amplificador y mucha gente joven dando vueltas. Al pie de la basílica, un duo de guitarra y violonchelo. Me siento por ahí cerca e intento continuar con el mensaje de texto. Y mientras escribo pasan unos chicos y uno de ellos, el más alto, se acerca y me pregunta algo en francés y le digo que no sé hablar. Entonces se acerca aún más y me pregunta en inglés de dónde soy y le cuento que vengo de Argentina y me cuenta que él es de Brasil. Se sienta y conversamos un poco. Le extraña verme sola, que viaje sola. Me saluda y me tira buenas ondas. Entonces luego de terminar de escribir el mensaje es hora de bajar y reencontrarme con el resto del grupo. Cuando bajo por las escaleras, ya que la parte de la explanada está cerrada, me topo con un africano que quiere venderme una pulserita. Estoy de tan buen humor y tengo ganas de la pulserita que me quedo. Entonces me dice que si no me gusta que no la compre pero es obvio que después la compraré. Me dice que pida un deseo y luego la ata en mi mano derecha. Es simpático y me cuenta que estudia en la universidad en Sudáfrica y que viene a trabajar en el verano a París. O eso es lo que deduzco. Pactamos un precio. Me pide que recuerde su nombre. Mems.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gaby: leer tu viaje es como escuchar tu voz hablando de corrido. Este viaje no suena a una idealización de las típicas: es un viaje de verdad!!
Un abrazo a viajera tan viajada. Y gracias por el asesoramiento sobre cómo subir el comentario al blog. Iris

Maria Gabriela Belziti dijo...

Gracias Iris!! por ayudarme a explorar mi ¨palabra propia¨.

Cristian Ton dijo...

Interesante lo que contás.
París y Londres son dos de mis ciudades favoritas en el mundo.
Saludos