31 de enero de 2010

Yo no vine a dormir a París I


Llego a París desde Madrid. Es mediodía y hace bastante calor. Al aeropuerto me pasa a buscar un transportista de la agencia que es de Brasil. Esperamos a otros turistas brasileros para ir juntos al hotel. En el trayecto falan portugués y yo trato de captar algo. El transportista me pregunta si en el mundial de Francia los argentinos hinchábamos más por Francia que por Brasil. Yo sin dudarlo digo que Brasil, pero después recuerdo lo contrario.
El hotel es de la cadena Marryot y queda en la parte periférica de París. La habitación es amplia y muy hermosa. Es toda para mí ya que cuando contraté el tour, para que fuera más económico, solicité una habitación para compartir pero al no haber otra mujer que haya solicitado lo mismo, me queda como single pagando por doble. Mapa en mano y un poco más organizada decido ir hasta la ciudad. Debo tomar el metro que está a tan sólo tres cuadras del hotel. Es un poco desértica la zona y da un poco de miedo andar sola pero siempre y cuando tenga cuidado de no volver tarde me lanzo a recorrer.
Cuento con tres noches en Paris y luego al finalizar el tour dos noches más. Es poco tiempo para todo lo que hay que ver y me desespera mucho no poder hacer todo lo que me gustaría. Pero siempre es mejor que nada.
En mi primer día pienso recorrer el Museo D´Orsay. Me contaron que es una antigua estación de trenes y al quedar escasa para ese fin se convirtió en Museo. Allí espero encontrar los cuadros de Van Gogh, de Renoir, de Degas, de Monet, de Gaughin y otros.

El museo está colmado de gente porque es sábado y es difícil hacerse un lugar para observar de cerca los originales.
Con timidez le pido a un señor que me tome una fotografía frente a uno de los cuadros de Van Gogh. Me hubiera gustado haber tomado más fotografías pero me da cosita pedirle a la gente. De todas maneras me quedo mucho rato apreciando los colores, las pinceladas. Hay personas que compraron el audio-guía y se encuentran frente a las obras con esos controles remoto escuchando y diciendo con sus cabezas ¨ah sí, pues claro cómo no lo había notado.¨ Pero a veces permanecen mucho tiempo rodeando a una obra y no dejan apreciar, mirar, disfrutar.

Retorno al hotel e intento encontrar un lugar en donde cenar. Pero me topo con la primera dificultad del día: no sé hablar francés ni descifrar el menú. Y en ese bar, ese señor no quiere hacer el esfuerzo por entender que es lo que quiero o por explicar. Otro señor, más amable, quiere mediar hablando en inglés, pero no es muy claro a pesar de los esfuerzos. Yo no le entiendo y me da bronca no poder comunicarme bien. Entonces me voy triste hacia el hotel pensando que esa noche ya no ceno. El hotel es de cuatro estrellas y pienso que la comida en su restaurante puede ser muy cara pero me animo a investigar y finalmente como muy bien una rica lasagna con agua mineral. Como si hubiera gastado aquí unos 70 pesos.
Mañana me espera el city tour, la torre Eiffel, el Palacio de Versailles y la colina de Montmartre.

No hay comentarios: